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¿Para qué contratar un seguro? ¿No es mejor ahorrar o pagar deudas?

Todos los días estamos sujetos a muy variados riesgos, necesitando recursos para enfrentar sus consecuencias cuando éstos se vuelven realidad. ¿Y qué tan factible es que un riesgo se materialice? Bueno, precisamente es la falta de certeza lo que convierte en “riesgo” a un evento que potencialmente puede dañarte a ti, a tu familia o a tu patrimonio.

¿Qué tan frecuentemente escuchas de accidentes automovilístico? ¿Y de daños ocasionados a bienes de terceros por descuido, distracción e incluso durante juegos infantiles? ¿Qué tan frecuente hay sismos, trombas o tormentas en la comunidad donde vives, o casos de robo o vandalismo? Y todo esto sin mencionar que nadie puede garantizarnos por cuánto tiempo podremos disfrutar de  nuestra vida y salud.

De ocurrir un evento como los anteriores necesitarías dinero, ya sea para resarcir a otras personas por los daños ocasionados bajo tu responsabilidad, para reparar o reponer tus bienes, para atender tu salud y la de tus seres queridos o para dejar solventadas las necesidades financieras básicas de tu familia. No se trata de vivir preocupados por los riesgos que nos rodean, pero ¿cómo tener la tranquilidad de que tendremos cómo responder ante situaciones fortuitas que se escapan de nuestras manos? Para eso son los seguros, que más que un gasto como muchos lo pintan, son una forma de ahorro semejante a mutualistas y tandas donde las aportaciones de unos sirven para cubrir los daños sufridos por otros, con la confianza de que llegado el momento nosotros nos veremos igualmente respaldados financieramente recibiendo el monto que hayamos contratado para enfrentar el siniestro.

¿No sería mejor ahorrar ese dinero y no tocarlo hasta que sea necesario?

Si bien contemplar en tu presupuesto un fondo para emergencias es altamente recomendable, el costo del siniestro fácilmente puede dejar rebasar tus ahorros. Considera la pérdida total de un vehículo, el daño ocasionado a una casa por la lluvia y viento ocasionado por un huracán, o los daños que puede ocasionar la barda de tu casa al desmoronarse y caer sobre el coche de tu vecino. Y si cada una de estas situaciones independientes rebasa seguramente tus ahorros, piensa que ocurran al mismo tiempo. Y si crees que una situación así de extrema es hipotética, quienes han vivido un terremoto o un huracán pueden avalarlo.

Más allá de los desastres naturales, considera que hay enfermedades largas y costosas como la diabetes o el cáncer, que existe la posibilidad de que fallezca el sostén de la casa dejando ahorros que en la mayoría de los casos servirán únicamente para el entierro y algunos meses más a lo sumo, así como la existencia de centros comerciales con cristalería muy cara al alcance de los niños. Y si a todo esto sumamos el hecho de que el hábito del ahorro en nuestro país es muy bajo, un ciudadano común difícilmente podrá contar con el ahorro necesario para enfrentar cualquiera de estos eventos.

Y si nunca uso el seguro, ¿me regresan el dinero?

Existe un tipo de seguros en los cuales al final del período contratado sí se devuelve el dinero al asegurado. Es el caso de los seguro para los estudios de los hijos o de los seguros para el retiro donde, si el asegurado fallece, se entrega la cantidad asegurada a los deudos, pero si sobrevive se le entrega el dinero contante y sonante al propio asegurado para que haga uso de él.

Sin embargo la lógica general de los seguros es proteger en un esquema de mutualidad, en donde con las aportaciones de todos se cubren las pérdidas de unos cuantos. Esto es muy claro al darnos cuenta de que por un auto en el que el costo anual del seguro es en promedio $4,000 nos pagarían en una pérdida total alrededor de $150,000… Sin el concepto de mutualidad esto no sería posible.

 ¿Qué beneficio tendría de no llegar a usar el seguro?

El beneficio inmediato es la tranquilidad de saberte protegido y de que no sufrirás un quebranto financiero por situaciones fuera de tu control. Ahora bien, es un error la frase “hay que contratar un seguro deseando no tener nunca que usarlo”. Las coberturas te brindan diversos beneficios adicionales, más por la desidia de no leer los incisos de la póliza y por la falta de una verdadera asesoría por parte del agente de seguros, la mayoría de la población los desconoce, con lo cual se queda sin disfrutar de beneficios a los cuales tiene derecho.

Por ejemplo:

  • El seguro del auto normalmente incluye el servicio de grúa en caso de que tu auto se descomponga, incluso encontrándote en otra ciudad. También incluye en muchas ocasiones el servicio de cambio de neumáticos desinflados o el paso de corriente en caso de batería descargada.
  • Muchos seguros de casa incluyen el seguro de responsabilidad civil de sus habitantes, llegando incluso a cubrir los gastos médicos por accidente de las personas contratadas para las labores domésticas. Es más, llegan a tener servicio de cerrajería, plomería y de electricista en caso de urgencias.
  • Asesoría médica, asesoría legal, renta de automóviles, noches de hospedaje, ubicación de hoteles, restaurantes, hospitales o clínicas, todos estos son muestra de los diferentes beneficios que puedes tener a través de tu seguro.

Para concluir quisiera compartirte una reflexión sobre la importancia de los seguros:

La mayoría de los países tienen reservas para hacer frente a desastres naturales. Los desastres, además de poner en peligro la vida de los ciudadanos y dañar sus hogares, también afecta la infraestructura (carreteras, telefonía, distribución eléctrica), la industria, los comercios y al campo. Las personas necesitan alimentos, agua y medicinas, y el país necesita además reactivar la economía.

Cuando hay una cultura extendida de los seguros, las aseguradoras reparan y reconstruyen hogares, fábricas y oficinas. Reponen inventarios dañados, ganado y cosechas perdidas. De esta manera los recursos del gobierno pueden enfocarse en los más necesitados y en las actividades más urgentes como restablecer los servicios de salud, la distribución eléctrica y las comunicaciones. Es un gran ejemplo de cómo gobierno y ciudadanía pueden trabajar hombro con hombro para sacar adelante al país después de un desastre.

¿Parece algo irreal? Pues bien, en el 2011 un tsunami devastó buena parte de la costa japonesa poniendo en jaque a la comunidad internacional por la afectación a una planta nuclear. Ese mismo año, otro terremoto devastó una amplia zona de Haití. Haciendo memoria, mientras Haití necesitó en gran medida del apoyo internacional para poder salir adelante, Japón lo logró en mucho menos tiempo y prácticamente solo. ¿La diferencia entre ambas? La cultura y sensibilidad de los ciudadanos sobre cómo sus esfuerzos individuales se suman para sacar adelante al país… No en balde lograron reconstruir su nación y proyectarla como una de las primeras potencias mundiales siendo el único país que ha sido devastado por armas atómicas.

¡Éxito!

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